Por: Oscar Alfredo.

¿Por qué los paisas acompañan todas las comidas con arepa? Sólo falta que la sirvan con la pizza, lasagna y mariscos…

Una arepa sin sal no representa inicialmente ningún estímulo para las papilas gustativas. Viviendo en el resto del país es poco probable que uno se convierta en consumidor habitual de arepa, y menos de aquella que no tiene ningún otro condimento que maíz y agua. En el Eje Cafetero, Antioquia y Norte del Valle está presente en las mesas de todos los estratos. Si tomamos en cuenta que estas son las regiones que por décadas han generado el mayor impulso económico del país, se pregunta uno si el empuje, el arraigado concepto de clan y el indiscutible regionalismo tienen un punto de unión más claro que este símbolo gastronómico.

1527077_487940007998265_1621800823_nCuando se visitan las regiones de predominio paisa, se pregunta uno qué tiene la arepa que hace que desde los niños hasta los ancianos no puedan comer nada sin acompañarlo de una arepa. Una anécdota recurrente que he presenciado es que al salir a comer con amigos de la región cafetera, sin importar qué tipo de plato se deguste, todos quieren acompañarlos con una arepa. 

Honestamente, la arepa es sólo una porción de gluten sin olor ni sabor. Como dice la sabiduría popular, «la arepa sabe a lo que se le pone encima…». Pero conforme pasa el tiempo, él hábito hace al monje. No recuerdo en qué momento me familiaricé tanto con la mencionada arepa redonda sin sal. Peor aún: no recuerdo para nada en qué momento la empecé a disfrutar. Lo que sí tengo claro es el día en que la eché de menos. Un día cualquiera me sirvieron un plato de fríjoles en un prestigioso restaurante de Manizales. Asombrado, noté que por ningún lado aparecía el añorado complemento. Quizás la mesera creyó que por mi condición de negro, y por mi marcado acento valluno, no echaría de menos la falta. De modo bastante fuerte exigí mí arepa. Al verla, sentí esa cómoda y familiar sensación de bienestar. 

Se supone que la típica arepa paisa, al ser hecha con ingredientes frescos tiene una pequeña proporción de fibra. Una pequeña justificación para este gusto. Lo grave es que pocas veces la arepa se sirve sola; lo usual es que vaya acompañada de mantequilla, queso y/o una extensa gama de posibilidades de más alto contenido calórico.

Un gran amigo manizalita, reconoce que quizás lo que impulsa a un paisa a consumirla es la búsqueda y reconocimiento de esa identidad regional. Son muchas las historias paisas que se derivan de este hábito. Quizás para alguien del resto del pais no es claramente comprensible, pero si ud habla con un paisa legítimo, comprobará que no es este un tema para tomar a la ligera.

Como quiera que sea, ya no me interesa buscarle el origen a mi debilidad gastronómica. Simplemente, me rindo ante el olor de una arepa recién asada sobre un fogón de carbón. La mezcla del olor a maíz recién cocido, la vista del lento proceso de cocción, la sal que se le espolvorea, y la mantequilla derritiéndose sobre ella generan una deliciosa sensación. ¿Las mejores? Sin duda las hallará en Armenia y Manizales, sin por ello demeritar las antioqueñas y risaraldenses.

Dios bendiga a aquellas matronas de manos delicadas que, rebosantes de amor, dan la deseada forma a esa masa; que saben cuál es el grado de temperatura idónea y que con su afable mirada nos las brindan, al tiempo que generosas y ufanas transmiten ese sagrado saber a las mujeres jóvenes.


Referencia:
www.laantioquenita.blogspot.com

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